8 oct 2012

Así sería el hotel en el Parque Tayrona

Tomado de Semana


SEMANA revela los detalles del proyecto de la cadena más prestigiosa del mundo en ecoturismo, Six Senses, para construir una de sus sedes en el parque natural más emblemático de Colombia. Un proyecto bien pensado, con mucho enemigo, y que espera el aval del gobierno.

Hace un año el anuncio del presidente Juan Manuel Santos de que la compañía de ecoturismo de lujo Six Senses había elegido al Tayrona para levantar una de sus sedes produjo una ola de indignación nacional. Columnistas, ambientalistas y líderes regionales calificaron el proyecto como excluyente por estar dirigido a turistas acaudalados y por pretender privatizar un patrimonio natural de los colombianos. Sin embargo, la discusión de fondo no se resolvió. ¿Qué tan bueno es el proyecto? ¿Respeta el medio ambiente y a los indigenas que lo habitan? ¿Es posible desarrollarlo en esa zona del parque? ¿Es solo para turistas de altos ingresos? ¿Generará regalías al sistema de parques? Y ante la controversia, la propuesta de Six Senses pareció descartarse de tajo cuando el entonces ministro de Medio Ambiente, Frank Pearl, afirmó en una escueta declaración que el proyecto había nacido muerto.




La semana pasada, sin embargo, comenzó a hacerse público que el proyecto está más vivo que nunca. La compañía Arrecifes, que sería la ejecutora local de Six Senses, ya pidió los términos de referencia al Ministerio de Ambiente y casi todo está listo para poner el tema sobre el tapete. Si el gobierno aprueba su solicitud, Colombia alojaría la sede número 23 en el mundo de esta prestigiosa cadena tailandesa, líder mundial en turismo sostenible. 

Pero la discusión va mucho más allá de construir o no un hotel. En últimas, lo que se juega en el Tayrona es la consolidación del ecoturismo como una alternativa para conservar los recursos naturales. Un modelo que ha dado frutos en el mundo entero y que en el país, pese a tener las condiciones para ser una potencia en la materia, no ha podido despegar. 

La apuesta de Six Senses 
Probablemente no hay una cadena con más pergaminos de trabajo en santuarios naturales que Six Senses. Con varios premios mundiales en la materia se definen como líderes en "turismo de lujo inteligente". Según Claudia Dávila, gerente del proyecto, esto no quiere decir imponentes construcciones de cemento, sino todo lo contrario, un sistema que permita "poder estar en contacto con la naturaleza, ver las estrellas, desconectarse del celular. Lo que es verdaderamente un lujo en el mundo hoy". 

Esa idea mítica de los tailandeses tendría lugar en el corazón del Tayrona, en el sector de Arrecifes, en un predio que es propiedad de la familia Dávila desde 1958 y que ocupa cerca del 0,5 por ciento del parque. La idea de construir un hotel allí no es nueva. Los Dávila comenzaron a estructurarla en 2002, cuando el gobierno planteó una política de ecoturismo, que derivó en la concesión que la empresa Aviatur, del empresario Jean-Claude Bessudo, tiene cerca del lugar desde 2005. Desde ese momento se planteó que esta era la única actividad con fines lucrativos que podía tener lugar en los 56 parques naturales que tiene el país. 

Como la idea de la familia era pública, Proexport los contactó en 2010 con la cadena Six Senses, que ya había puesto sus ojos en el Tayrona y estaba buscando un socio local. Desde ahí se metieron de lleno en esa propuesta. Miembros de la familia Dávila no solo visitaron sus instalaciones en Tailandia sino que contrataron a Costas Christ, el editor de National Geographic Traveler, así como consultoras internacionales para que asesoraran el proyecto. El resultado es una propuesta que sorprenderá al país y seguramente dará mucho de qué hablar. 

Por cuenta de la ola de críticas la idea del hotel se reformuló (ver infografía). Aunque sigue siendo un proyecto de alta gama, ahora propondrán tres tipos de acomodación: unas serán pequeñas malocas -elevadas 12 metros para poder ver el mar-, cuyos precios pueden llegar a 1.000 dólares la noche. Otras son carpas más económicas que tienen todas las comodidades y por último, habrá una zona de camping que podría costar 40.000 pesos noche. 

La propuesta que va a presentar Six Senses desarrollará tecnologías verdes que no se habían visto en Colombia. Como suelen hacer en sus hoteles, las construcciones serán 80 por ciento biodegradables, se mimetizarán con el ambiente y llegarán al parque ya hechas en barcazas. Tomarán el agua en su totalidad de una planta de desalinización y comprarán todos los insumos de la actividad hotelera a no más de 50 kilómetros a la redonda. Además, la firma proyecta generar 600 empleos directos y 1.600 indirectos, los cuales beneficiarán en un 90 por ciento a los habitantes. ?

Por qué sí 
En muchos lugares abrir los paraísos naturales al turismo ya no es un debate. Las islas Galápagos en Ecuador, el parque Kilimanjaro en Tanzania o Yosemite en Estados Unidos, para citar solo algunos, son visitados por millones de personas cada año. En los países en que esta política ha funcionado, el ecoturismo se ha convertido en un poderoso motor de la economía nacional, que hoy crece seis veces más que el turismo tradicional. En Australia, representa el 75 por ciento de los ingresos del turismo; en Kenia, el 23 por ciento y en Sudáfrica, el 14 por ciento. A Costa Rica, por ejemplo, le ha ido tan bien que lo convirtió en una prioridad nacional y prohibió otras actividades más invasivas del medio ambiente como la minería a cielo abierto.

El otro argumento de quienes están a favor es práctico. Alguien tiene que pagar por conservar esos paraísos. Y en países en vía de desarrollo, aquejados por problemas sociales, los gobiernos rara vez invierten en ellos. Como dijo Héctor Rincón en una columna estos hoteles funcionan porque "las organizaciones turísticas han hecho de la conservación del medio ambiente su negocio porque lo que menos le conviene a sus bolsillos es deteriorarlo. Lo usufructúan y lo conservan. Y por ello pagan y lo vigilan y generan empleos". En Ruanda, por ejemplo, fue posible proteger a los gorilas del parque Los Volcanes de la extinción porque muchos millonarios del mundo pagan 300 dólares por verlos media hora. 

Colombia no es ajena a esa realidad. El sistema de parques está desfinanciado. De los 300.000 millones de pesos anuales que necesitaría para hacer lo básico, apenas tiene 52.000 millones. Una de las razones que llevaron a abrir los parques al turismo fue poder llenar con algo ese déficit. Sin embargo, esa estrategia está a punto de fracasar. Por ejemplo, Aviatur está a punto de devolver al Estado tres de las cuatro concesiones que tiene: el Amacayacu en el Amazonas, el Parque los Nevados en el Eje Cafetero y Gorgona en el Pacífico, porque son inviables y producen pérdidas millonarias. Por esa razón el Tayrona ha sido llamado la joya de la corona, pues es uno de los pocos parques al que realmente pueden acceder los turistas, no solo porque existe infraestructura sino que porque se puede llegar fácilmente por carretera. 
Los críticos 
Que sea un negocio es la principal crítica de quienes no creen que un proyecto como Six Senses pueda aportarle a Colombia. El columnista Daniel Samper Pizano abrió la discusión cuando calificó el hotel como un divertimento "para los multimillonarios que gozan de la naturaleza rodeados de mayordomos, caviar, champaña y sábanas de seda". Argumentos similares han sido esgrimidos por el exministro de Ambiente, Manuel Rodríguez. Para él "construir un superhotel en el Tayrona parece una señal inequívoca de que este gobierno estaría dispuesto a arrollar muchas de las riquezas ambientales y culturales del país, en aras de las locomotoras económicas". Para analistas como ellos, el Estado debe financiar la conservación de sus parques. 

Otro argumento en contra ha sido la participación de la familia Dávila pues, además de que algunos de sus miembros están siendo investigados por Agro Ingreso Seguro y otros han tenido problemas de manejo ambiental en el pasado, la tenencia de sus predios en el Tayrona siempre ha despertado polémica. Claudia Dávila sostiene que los Dávila involucrados en estos escándalos son apenas una mínima parte de la vasta familia que posee los terrenos del proyecto de Six Senses.




Lo cierto detrás de todo este debate es que Colombia debe definir un rumbo frente a la importancia del turismo y en particular del ecoturismo dada las joyas paisajísticas que existen en el país. Por eso, la discusión sobre este proyecto en el Tayrona es clave. Lo que está en juego es el modelo de cómo se van a conservar los parques naturales, que son el 12 por ciento del territorio nacional y que hoy son presa de muchos problemas. A pesar de que la Unidad de Parques hace una labor heroica para protegerlos, están al garete. El Estado no pone plata suficiente para financiarlos y no hay controles para evitar que caigan sobre ellos todo tipo de amenazas. Esa falta de supervisión lleva al mal uso y a su contaminación. En muchos hay presencia de grupos armados, en un tercio de ellos hay sembradas minas antipersona y en otros tantos hay minería ilegal, tala de madera y tráfico de animales. Abrirlos al público puede ser una salida para solucionar esos problemas. Con una política estatal cuidadosa, que permita un ingreso regulado del sector privado al turismo de élite y ponga condiciones para que esto beneficie al conjunto del sistema de parques mediante el pago de regalías, proyectos como el de Six Senses pueden convertirse en una fuente de financiación para el sistema de parques. Los orientales tienen un proverbio: "El turismo es como el fuego, sirve para cocinar tu cena, pero también puede incendiar la casa". No se sabe cuál de las dos opciones suceda con el Tayrona si el hotel de Six Senses llega a construirse. Pero por la experiencia que la cadena ha tenido en el mundo, todo apunta que puede estar más cerca a lo primero que a lo segundo.


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